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Elecciones en EEUU y el futuro: cinco realidades

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Por IELA em 11 de maio de 2016

Elecciones en EEUU y el futuro: cinco realidades

Es bien sabido por analistas progresistas, especialmente marxistas, que una democracia burguesa funciona como una dictadura de los ricos para mantenerse en el poder y controlar a los trabajadores y limitar la influencia de cualquier disidente de la ideología capitalista dominante. Pero en EEUU pocas personas han leído Marx, mientras muchas identifican las palabras “marxismo”, “socialismo”, y “comunismo” con el totalitarismo o aún “el trabajo del diablo”.
            No obstante, en aquel país “más rico del mundo” ha surgido un nuevo fenómeno nunca visto en tal amplia escala. Figuras políticas prominentes de ambos partidos políticos proclaman que no existe la democracia en EEUU, y parece que una mayoría de la población esté de acuerdo. Los ciudadanos que creen que viven en “la tierra de los libres” (land of the free en inglés) se dan cuenta de que su nación no es democrática, ejemplificando así lo que muchos sociólogos llaman “un conocimiento contradictorio”, o “mixed consciousness” en inglés. 
1. NO ES DEMOCRACIA Y NUNCA FUE
 
            En las palabras del ex-presidente (1977-81) Jimmy Carter, “America has no functioning democracy” y “Tenemos uno de los peores procesos electorales del mundo y se debe prácticamente a la excesiva entrada de dinero”.[1] Cómo explica Mickey Edwards, un famoso líder conservador del partido Republicano y ex-miembro del Congreso estadounidense (1977-1993), “casi todos los americanos no saben cómo se decide quienes pueden ser candidatos, ni votan en las elecciones primarias presidenciales de los estados “.[2]  Además, como observa Chris Hedges, “Aquellos pocos que reconocen la muerte de nuestra democracia, el sufrimiento innecesario infligido a los pobres y la clase obrera en el nombre de austeridad, y los crímenes de imperio — en breve los que nombran nuestra realidad presente y pasado — son excluidos de la esfera pública.” [3]
            La verdad es que nunca hubo una democracia en los Estado Unidos. Siempre fue una república con protecciones constitucionales y extra-constitucionales para los súper-ricos. En las palabras del prominente historiador estadounidense Peter J. Frederick, “Lo que es nuevo es que las brechas [económicas] están ampliando y casi nunca han sido tan mal como ahora.” [4] Hoy en día, la percepción común y corriente de los rituales electorales cada cuatro años es que son “shows” manejados por un sistema monopartidista donde los súper-ricos y sus representantes, los jefes de los dos partidos, deciden el resultado final (otros partidos políticos alternativos son prácticamente excluidos de participación.) [5]
            Contrario al mito de la democracia, las elecciones presidenciales no son directas y populares, con cada ciudadano teniendo el derecho de votar, con cada voto contado, con cada votante igual a un voto (“one man, one vote” en inglés). Por ejemplo, los residentes de Puerto Rico son ciudadanos estadounidenses pero están prohibido de votar en elecciones presidenciales, porque Puerto Rico no es un estado (aunque puertorriqueños pueden votar en las estatales elecciones primarias.)
            Es más. El resultado de cada elección para el presidente y vice-presidente nacional no es determinado por los votantes sino por el Colegio Electoral (Electoral College en inglés), un oscuro grupo de 538 personas supuestamente representando el ganador de las elecciones de sus estados (con la excepción de Maine y Nebraska) pero sin obligación legal de honrar aquellos resultados. Normalmente, los miembros del Colegio Electoral son nombrados por convenciones estatales de los dos partidos políticos y son líderes de sus partidos. Si ningún candidato recibe 270 votos en el Colegio Electoral, la Cámara de Representantes, actualmente controlado por el Partido Republicano, escoge el presidente. En 2000, el Colegio Electoral eligió un candidato quien no había recibido la mayoría ni la pluralidad de los votos populares, George W. Bush.
            Así, el sistema electoral estadounidense huele no de democracia sino de autoritarismo y riqueza. Billonarios y millonarios escogen o controlan los líderes de los partidos y financian los candidatos, mientras sistemas de corrupción desde las aldeas y ciudades hasta los niveles estatales y federales resultan en la compra de votos de individuos; la negación del derecho de votar de millones; fraudes  electorales; e incontables otros abusos.[6]
            Durante las últimas décadas del capitalismo, marcadas por la “globalización” y el “neo-liberalismo,” las restricciones al derecho de votar han expandido tanto que más de la mitad de la población de EEUU de la edad legal de votar ya lo encuentra casi imposible. Es una de las muchas causas de la alta tasa del ausentismo en las elecciones: frecuentemente 50 % o más en las presidenciales; 64 % en la elección no-presidencial de 2014; y muchísimo más en cualquier elección primaria.
            Ejemplos de la expansión de restricciones y abusos electorales incluyen:

más cambios injustos en el diseño de distritos electorales para beneficiar a un titular, partido, o grupo (“gerrymandering” en inglés), un proceso poco transparente llevado a cabo por estatales legisladores y jefes políticos y sus asesores que favorece a los votantes ricos, la pequeña clase media alta, y el partido en poder — en años recientes los Republicanos de las legislaturas.
nuevas leyes bastante más estrictas de “voter-ID” (una prueba que el votante es legalmente calificado), una manera de reducir el número de votantes en comunidades de gente pobre y de minorías sociales, incluyendo Latinos cuyos dos apellidos “confunden” las autoridades públicas así justificando la denegación de su derecho de votar.
incremento de chanchullos y “errores administrativos” en los procesos electorales
en las estatales primarias de ambos partidos, Republicano y Demócrata, distintas maneras muy confusas de “elegir” sus delegados a las convenciones nacionales: en unos estados por caucuses; en otros por voto popular; en otros los delegados representan ni la mayoría ni la pluralidad de votos del ganador; en algunos los delegados elegidos pueden votar por cualquier candidato en la convención; en varios un votante de un partido puede votar en la elección del otro partido; y en muchos los “independientes” (el mayor bloc del electorado nacional) no pueden votar
diferentes maneras, todas injustas, de tabular los resultados en las estatales primarias — en algunos estados el ganador recibe todos los delegados (“winner take all” en inglés), en otros no, y en varios el candidato que pierde puede recibir más delegados que el ganador 
cambios en las reglas gobernando las primarias, frecuentemente al último momento, causando una confusión total para los votantes
preparaciones inadecuados para las elecciones causando larguísimas colas y esperas de más de tres horas, como ocurrió el 22 de marzo 2016 en Arizona, un estado donde Latinos son 30 % de la población
reducciones de presupuestos estatales para preparar la elección presidencial del 8 de noviembre de 2016, augurando colas y esperas aún más largas que las de 2012 o 2008
por primera vez en 16 estados para la elección presidencial de 2016 nuevas restricciones del derecho de votar
eliminación del derecho tradicional de inscribirse el día de la elección, otra forma de reducir el número de votos de gente pobre y de las y los discapacitados.
reducción de oportunidades de “early voting” (el derecho tradicional de votar antes del día de la elección)
nuevas reglas reduciendo el impacto de los votos en las primarias, incluyendo más estados donde los delegados “elegidos” supuestamente para representar un candidato no tienen que votar por el mismo candidato en la convención nacional
la negación ilegal del derecho de votar como ocurrió en Brooklyn, Nueva York (lugar del nacimiento del candidato Demócrata “socialista” Bernie Sanders) cuando 126,000 personas fueron purgados de los padrones un poco antes de la primaria
incontables irregularidades y momentos de caos en los lugares de votación
cambios en las reglas gobernando las dos convenciones nacionales que permiten los presidentes de los comités nacionales de los partidos introducir al último momento nuevas reglas o eliminar reglas viejas.

            Una regla electoral completamente no democrática es el papel de los “Súper-delegados” (superdelegates en inglés.) Aunque no son elegidos, votan en las convenciones nacionales de los dos partidos que nombran el candidato final para la presidencia. Los Súper-delegados son oficiales de los partidos que representan los liderazgos élites. En el caso de los Demócratas, los Súper-delegados incluyen miembros del Congreso y gobernadores de estados. Para la Convención Nacional de los Demócratas en Philadelphia (25 – 28 de julio 2016), los 720 Súper-delegados son 15 % del total de los 4.768  delegados — un porcentaje más que doble lo del  Partido Republicano para su convención en Cleveland (18 – 21 de julio 2016.) Así que es muy posible que los Súper-delegados entregarán los votos que determinarán quien será el próximo presidente de EEUU.
            No es nada misterioso el papel de los Súper-delegados. En una respuesta a Jake Tapper de la emisora CNN, el 12 de febrero de 2016, la presidenta del Comité Nacional Demócrata Debbie Wasserman Schultz, miembro de la Cámara, dijo que los Súper-delegados “existen en realidad para asegurar que los líderes del partido y oficiales elegidos no tienen que estar en una posición de competir contra activistas a nivel de las bases”.[7]  De los Súper-delegados Demócratas en 2016, casis todos prometieron votar por Hillary Clinton contra el senador Bernie Sanders, en efecto asegurando Clinton de la nominación a no ser que ella fuera condenada (“indicted” en inglés) por el uso de sus E-mails personales posiblemente incluyendo información “clasificada” cuando fue Secretario de Estado (2009-2013.)
            Finalmente, hay el papel sobre-determinante de los Super-PACs (Comités de Acción Política.) Los Super-PACs son paquetes de donaciones mega-millonarias de grandes corporaciones capitalistas y otros “individuos” a los candidatos.[8] De todos los candidatos presidenciales en 2016, solamente uno ha negado de aceptar dinero de ellos: Sanders (Donald F. Trump es un multi-billonario y dice que no necesita Super-PACs, pero los tiene.) No es de extrañar que las elecciones presidenciales siempre son compradas por lo que Sanders llama “la clase billonaria”. Es precisamente por eso que él llama por el fin de los Super-PACs (cuyo valor se estimaba a más de mil millones de dólares al fin de marzo) y el lanzamiento de “una revolución política”.  En parte, Sanders ha comenzado un proceso social de tal revolución, aunque es muy dudoso que se lo pueda lograr en 2016. Su campaña sigue recibiendo contribuciones de millones de individuos, cada una de un promedio de 27 dólares–“un récord histórico.” [9] 
2. LA FURIA DEL PÚBLICO 
            Debido principalmente a la crisis económica prolongada que ha generado la brecha creciente entre el llamado 1 % (ricos) y la mayor parte del resto de la población,  la gente estadounidense se ve frente a un futuro con poca esperanza y está furiosa con “el establishment” (clase dirigente.)  Esta furia, que se manifiesta en las elecciones primarias de ambos partidos y en protestas callejeras, preocupa los líderes del sistema político monopartidista y los súper-ricos. Aún más preocupante para la clase dominante es la crisis económica mundial y el eventual peligro de grandes levantamientos populares estadounidenses en las calles o los lugares de trabajo.
            Poca gente en EEUU u otros países entiende de dónde viene la crisis económica mundial y hacia dónde va. Los economistas izquierdistas comparten algunos puntos de análisis pero no están de acuerdo en todo, y casi todos confiesan que es imposible predecir el futuro. Según ellos, la crisis tiene sus raíces en la sobreproducción industrial y la reducción de rentabilidad de las inversiones  que alcanzó su apogeo a mediados del decenio 1970, después de la cual el gran capital comenzó a encontrar su “solución” más en el sector financiero, aliado con la gran industria, que en el sector productivo (con la excepción parcial de China que desarrolló ambos sectores). Desde EEUU y Europa se lanzaron guerras en el extranjero para recolonizar el mundo y apoderarse de los recursos naturales. Florecieron la producción de armas y una especulación frenética para generar más lucro. Los cambios tecnológicos (el internet, rápido transporte aéreo, enormes cargueros, robótica, etc.), la transnacionalización del capital, y las famosas “deudas” públicas y privadas se hicieron instrumentos claves no solamente para la especulación sino para la apertura de nuevos mercados, la mundialización de producción y comercio, y la reducción de salarios de las y los trabajadores, con el aumento correspondiente de rentabilidad y la privatización de todo hasta la vida misma — el llamado “neoliberalismo.” Poco a poco el proletariado moderno se convirtió en un precariado posmoderno, caracterizado por empleo inestable y sueldo insuficiente.
            Así la acumulación de capital se basó en la llamada “globalización”, enmarcada en la apertura de nuevos “mercados libres”. Fue acompañado por la manipulación de las estructuras de deudas, monedas, y tasas de interés para transferir más dinero a los capitalistas internacionalistas. Hubo una creciente extracción de recursos naturales y productos primarios — o, más ampliamente, una extracción de todos los recursos humanos y financieros hasta enteras economías “nacionales”, como en Grecia. El llamado 1% (en realidad una décima parte del 1%), liderado por los ejecutivos y especuladores de grandes bancos y corporaciones, extrajeron ganancias de los bolsillos del 99%, incluyendo miles de millones de empresarios pequeños y medianos, así generando un rencor popular contra el capital monopólico y su control de sistemas políticos.  Una serie de burbujas económicas que reventaron culminó en los fracasos de los grandes bancos e instituciones financieras estadounidenses en 2007-2008 y la recesión internacional actual aparentemente sin fin.
            Hoy por hoy, esta crisis está agravada por la inestabilidad financiera; la caída de los precios del petróleo y otras materias primas; una disminución del comercio mundial; una contracción de inversiones; una nueva ola de fusiones en EEUU que ha valido diez mil mil/millones de dólares desde 2008; [10] nuevas guerras de monedas en los mercados globales; y la bancarrota de algunas economías nacionales, incontables empresas pequeñas y medianas, algunos conglomerados y, desde luego, cientos de millones de familias. El escándalo de los “Papeles Panameños” en abril de 2016, el punto del iceberg de donde los ricos esconden sus billones, simbolizó dramáticamente la voracidad e inmoralidad del capitalismo responsable de tantos crímenes contra la humanidad.[11]
            En EEUU, como en Francia, Alemania, Argentina, Brasil, México y otros países, hay tendencias del crecimiento de fuerzas políticas de la extrema derecha, acompañados por leyes y acciones gubernamentales limitando las libertades individuales y sociales. El desvelamiento de información secreta del gobierno por los delatores patrióticos Edward Snowden, Julian Assange, y el soldado Chelsea Elizabeth Manning ha confirmado la derechización y actos criminales del gobierno estadounidense, incluyendo el espionaje llevado a cabo que afecta toda la ciudadanía y hasta ciudadanos de otras naciones, como presidentes, primer ministros, y víctimas de bombardeos y tortura por las Fuerzas Armadas de EEUU.
            Desde el “Patriot Act” de 2001, nuevas leyes decretadas y aprobadas por el Congreso han limitado las libertades de expresión y reunión. Sirven para justificar la persecución de activistas en los nuevos movimientos sociales y la represión violenta de protestas pacíficas. Mientras tanto, ha aumentado la tasa de encarcelación de minorías y de la persecución de inmigrantes y sus familiares ciudadanos, especialmente en comunidades latinas donde muchas familias han sufrido destructivas deportaciones durante la presidencia de Barack Obama (2,5 millones, más que nunca.)[12] La tasa de policiales asesinatos de adolescentes y niños Afrousamericanos y Latinos también ha acelerado durante el mandato de Obama. Las policías y otros departamentos de seguridad del estado siguen militarizándose, ocupando comunidades enteras como una fuerza de conquista. Policías locales bien armadas patrullan hasta las escuelas, a las cuales ocho millones de niños no asisten porque son una parte de los 41 millones de estadounidenses viviendo por debajo de la línea de pobreza. Además, en los ojos de muchísimos oficiales, políticos y votantes, ser musulmán equivale a ser terrorista; ser “persona de color” significa ser persona peligrosa posiblemente armada. El racismo estructural se fortalece. 
3. EL RACISM0, NATIVISM0, SEXISM0, Y LA GENERACIÓN MILENARIA           
            Una causa principal de las victorias iniciales en las primarias del demagogo populista Trump y el ultraconservador Ted Cruz del Partido Republicano es el incremento del racismo y “nativismo” (nativism en inglés, o sean ideas, ataques verbales, abusos y asesinatos contra inmigrantes), producto no solamente de la historia de EEUU y las distorsiones de los medios de comunicación sino también de la rápida movilidad hacia abajo (downward mobility en inglés) de la famosa “clase media blanca”. Hay otro factor casi nunca mencionado: la gradual pérdida de confianza por parte de los llamados “blancos” en su futuro debido a cambios demográficos.
            Antes del año 2044 gente blanca será una minoría numérica y, si se incluyen Latinos que se definen “blancos” en los censos nacionales, será minoría en poco más de dos décadas. Además, en el año 2050 Latinos constituirán 29 % de la población, Afrousamericanos 13 %, y blancos 47 %. Varios hombres blancos bastante enojados y muchas mujeres de la derecha militan por Trump o Cruz, reflejando el temor que esta nueva realidad demográfica ha generado. Para muchos blancos, toda la palabrería electoral de “Haga América gran de nuevo” implica sutilmente un restablecimiento de white supremacy o sus privilegios de antaño. [13]
            Los burdos discursos racistas de Trump calificando a los inmigrantes Mexicanos de ser violadores, asesinos y narcotraficantes, y su aceptación inicial del apoyo del Ku Klux Klan, ocurren en el marco de un racismo y un nativismo sistémico que los medios de  comunicación han fortalecido año tras año. La popularidad de Trump entre blancos es mayor en lugares del país donde hay más frecuentes epítetos raciales. Irónicamente, hay un boom de Trump piñatas en las aldeas y ciudades donde viven familias mexicanas y centroamericanas o sus descendientes.
            No son solamente personas blancas que contribuyen al nativismo. Varios Afrousamericanos  (ya un porcentaje menor de la población que los Latinos) resienten a los inmigrantes “tomando sus empleos” o “causando la reducción de sus sueldos”. En pequeña parte esto pueda ser verdad, pero la causa principal desde luego es el papel de los patrones. Durante las caso cuatro décadas del neoliberalismo los patrones han despedido millones, así reduciendo la porción de trabajadores permanentes y aumentando la creación de empleos de medio tiempo y la inseguridad de todas y todos. También se han aprovechado del desempleo “oficial” (5 % en 2016, o 10% si se incluyen empleados de medio tiempo) y la alta tasa de desempleo ocultado (disguised unemployment en inglés, por lo menos 17 %) para amenazar a las y los empleados con más despidos y cortes de salarios. Según la agencia federal de impuestos IRS, durante la presidencia de Bill Clinton (1993 – 2001) 45 % de los aumentos de ingresos fue al 1 % más rico, mientras en los años de Obama 97 % fue al mismo 1 %.[14] En breve, la popular desesperación económica ha crecido bastante.
            Propaganda mediática y otros ataques a los sindicatos, junto con la cooptación de sus líderes, han logrado disminuir la influencia de la principal confederación de sindicatos AFL-CIO que ya representa solamente 7 % de los empleados del sector privado. El porcentaje de empleados en los sectores privados y públicos que pertenecen a sindicatos ha caído a 10 %.  A la vez, la clase dominante sigue apoyando un programa migratorio de “trabajadores huéspedes” (aún más parecida a la esclavitud que el programa Bracero que la AFL-CIO ayudó terminar en 1964), mientras usa los medios de televisión y radio para estimular un nativismo resurgente y poner freno a las ocasiones periódicas de unificación de trabajadores y pequeños productores y comerciantes Afrousamericanos, Latinos, y  blancos en sus luchas políticas o económicas por mejorar sus condiciones de empleo, de empresa pequeña, de vida, de futuros viables. Los patrones saben bien del refrán “divide y vencerás”. [15]
            Infelizmente por la mayoría de Afrousamericanos y Latinos, normalmente sus líderes sindicalistas y empresariales, sus caucuses en el Congreso, y sus políticos pretendiendo “representar la comunidad” apoyan el establishment y se benefician de los correspondientes redes de influencia (patronage networks en inglés.) Por eso, inicialmente Hillary Clinton recibió muchos votos de Afrousamericanos y Latinos en las elecciones primarias, aunque en elecciones posteriores Sanders cerró la brecha. [16]
            Hay que destacar que no existe una “comunidad” étnica o racial como tal. Los nuevos movimientos como Black Lives Matter, BYP 100 (Black Youth Project 100), y otros contra la brutalidad policial como “I Can’t Breathe” (nombrado por el grito final de Eric Garner estrangulado por la policía de Nueva York en 2014, y apoyado por obreros saliendo de sus lugares de trabajo con el mismo grito en más de 190 ciudades para demandar un sueldo decente y el derecho de organizarse) han movido personajes como el cineaste Spike Lee, el rapero Killer Mike, y el académico Cornel West a declarar su apoyo por la candidatura de Sanders. Clinton ha tenido que admitir que cometió un error durante la presidencia de su marido Bill Clinton cuando en 1996 describió “juventud de color” como “súper-predadores”.[17]
            Hay muchos estudiantes, obreros, jóvenes, pequeños y medianos productores o comerciantes, y mujeres que han respondido favorablemente a la campaña de Sanders. Aunque hay que desconfiar de los sondeos y sus metodologías, según ellos Sanders y Clinton están empatadas en popularidad al nivel nacional.
            La furia del electorado aparece fuertemente en la llamada generación “milenaria” (millennial en inglés, así llamada por haber llegado a su adultez acerca del año 2000.) Esta generación experimenta inseguridad de empleo; endeudamiento escolar afectando la mayoría de estudiantes en el sector público, un grupo ya clasificado como pobre o casi pobre; carencia de asistencia médica asequible; y otras frustraciones con “el sistema.” No le gustan las actitudes de las autoridades que defienden o reproducen “las reglas del juego” del establishment. Esta generación y la próxima no confían en los candidatos tradicionales como Clinton y Jeb Bush, ni aceptan las mentiras de los grandes medios, sobrepasándolos con su uso de los medios sociales. [18]  Por lo general, entienden pero no comparten las experiencias o actitudes de generaciones precedentes. No aceptando la intolerancia (bigotry en inglés), muchos jóvenes están situados en matrimonios inter-raciales (“mixed marriages” en inglés).[19]
            No es sorprendente que hay tantos jóvenes apoyando la compaña electoral de Sanders, quien se declara un “socialista” en el sentido de “demócrata social”. Sanders  ataca el sistema de “bienestar corporativo” y busca reformas de la mayor dentro del capitalismo. El póster más común entre la juventud Sanderista es “Un futuro en que podemos creer”. Los sondeos indican que más de 50 % de la generación milenaria y la juventud prefiere una alternativa “socialista”. A mediados de abril, miles de personas participaron en las marchas y mítines a escala nacional de las multi-étnicas coaliciones “Democracia Despertando” y “La Primavera Democrática” que resultaron en 1,240 detenciones por actos de desobediencia civil. [20]
            La mayoría de votantes jóvenes femeninos votan por Sanders. Ellas no consideran Clinton como una buena defensora de las vidas de mujeres y niños, sino como una mujer más del “club masculino de belicistas” culpable de la masiva destrucción de poblaciones civiles en Libya, Syria, y otros lugares. Rechazan las palabras supuestamente feministas de Madeline Albright (primera mujer de ser Secretario de Estado, 1997-1991, y otra belicista) que “hay un lugar especial en el infierno” para mujeres que no apoyan la campaña de Clinton.
            Hay divisiones entre mujeres en cuanto al derecho de conseguir abortos legales, con la gran mayoría apoyándolo pero una militante minoría, principalmente conservadores Republicanos y gente muy religiosa, oponiéndolo. Gente conservadora y de la derecha cristiana prefieren la extrema derecha del Partido Republicano porque se opone a la legalización de los matrimonios “gay” y los derechos de personas no estrictamente heterosexuales (representada por el movimiento LGBT), mientras Clinton y Sanders dicen que apoyan aquellos derechos humanos. Según los sondeos, 74 % de mujeres en el electorado general rechazan Trump, cuyos epítetos misóginos son legendarios; solamente 39 % de las mujeres que apoyan el Partido Republicano tienen una opinión favorable de Trump.            
4. LA REBELIÓN ELECTORAL: CANDIDATOS Y LOS MEDIOS 
            Aunque en las elecciones los votantes normalmente deben inscribirse como Republicano o Demócrata, en realidad poca gente son miembros de un partido. El mayor bloc del electorado consiste en personas que se consideran “independientes”. Por lo general, la gente que se toma la molestia de votar en las primarias o la elección presidencial cada cuatro años lo hace porque cree que es su “deber” o porque le gusta la personalidad de uno u otro candidato. El “shopping,” o sea el consumismo superficial y la acumulación de cosas materiales no necesariamente útiles y nunca durables, continúa de ser más importante que cualquier elección.
            Sin embargo, ahora pasa algo sorprendente e importante: una rebelión en el electorado contra el establishment. Por lo tanto surge la discusión pública sobre quiénes finalmente decidirán los candidatos presidenciales en las convenciones nacionales en julio. Hay muchos programas políticos en conflicto.
            La única posición compartida por todos los candidatos, con la excepción parcial de Sanders, es la idea de “American exceptionalism”, o sea la creencia que los estadounidenses y su “democracia” son los mejores del mundo y por eso EEUU debe liderar toda la humanidad hacia un futuro de derechos y valores “universales” como los suyos.  Por eso, todos menos Sanders apoyan intervenciones militares o agresiones a otros países, golpes de Estado contra líderes o sistemas “anti-Americanos” o “indeseables”, y hasta el envío de tropas a ciudades en EEUU para controlar disturbios o “mantener la paz”. [21]
            Los jefes tradicionales del Partido Republicano financian un nuevo Súper-PAC en favor del ultraconservador Cruz para evitar una mayoría de votos en la convención por Trump y así lograr una “convención de corretaje” (brokered convention en inglés) donde ellos puedan decidir el candidato después del primer balotaje, sea Cruz o alguien un poco menos extremista como el cubano-americano Marco Rubio o el gobernador de Ohio John Kasich, o posiblemente una persona más “centrista”. Trump responde en formas típicamente contradictoria, notando públicamente que cree que habrá disturbios en la convención si él no ganara la nominación pero negociando privadamente con la “vieja guardia” del partido para recibir su apoyo. [22]
            Cruz tiene muchos seguidores entre los extremistas del cristianismo fundamentalista que a veces votan por Trump. Cruz es más coherentemente conservador que Trump, quien cambia sus posiciones de un día a otro. Cruz es más anti-inmigrante, anti-LGBT, anti-musulmán. Cruz quiere eliminar el IRS que recibe y chequea los impuestos federales. Él tiene un plan de impuestos aún más favorable por las corporaciones y los ricos que lo de Trump o de otros candidatos Republicanos. Cruz siempre ha proclamado su oposición a la libertad de la mujer de conseguir un aborto, mientras Trump cambió su posición anterior para oponerlo ahora. Cruz critica Trump por su relativo apoyo de Seguridad Social, Medicare (programa federal de salud usando compañias privadas de seguros para servir gente más de 65 años de edad o con discapacidades), y la parte de Planned Parenthood que ofrece servicios para mujeres pobres. Ambos critican los tratados de libre comercio y la desindustrialización del país, pero a la vez defienden “el mercado libre” y la necesidad de quitar el gobierno federal de todos los campos, especialmente educación y salud. Se oponen a la sindicalización de obreros y cualquier movimiento social que no les defiende a ellos mismos.
            En sus declaraciones sobre la política exterior, Trump en su retórica es un poco más proteccionista y súper-nacionalista que Cruz. Ambos caracterizan muchos países como “enemigos” de EEUU. Critican las políticas de Obama y Clinton por sus “derrotas” en el Medio Oriente. Recomiendan bombardear por saturación los lugares ocupados por el EI (Estado Islámico.) A veces Trump opone a la OTAN más que Cruz. Como cubano-americano muy contrarrevolucionario, Cruz opone a Cuba más que Trump, quien reconoce que el bloqueo económico contra Cuba no funciona.
            Con respecto al uso de armas nucleares, Trump es un “loose cannon” (cañón suelto). No desecha usarlos en Europa y dice que los pondrían en Japón y Corea del Sur. Dado su aparente inestabilidad sicológica, la posibilidad de tener su dedo sobre el botón para lanzar bombas nucleares es escalofriante.
            Todos los candidatos Republicanos quieren fortalecer las Fuerzas Armadas y sus más de mil bases militares en 150 países del mundo, sin contar algunas bases de los ejércitos privados de mercenarios y paramilitares. Aumentarían el presupuesto del Departamento de Defensa, ya equivalente a seis cientos mil de millones de dólares anuales, o sea la mitad del gasto militar mundial. Pero ambos partidos han aumentado aquel presupuesto desde el fin de la Guerra Fría, dando los militares una fuerte influencia sobre el gobierno, la política exterior e interior, y hasta la cultura de EEUU. A la vez, la mayoría del público se queja de los gastos extravagantes del Pentágono. [23]  
            Por su parte, el Partido Demócrata está menos dividido y caótico que el Partido Republicano, principalmente porque Clinton tiene el apoyo del establishment que le garantiza la nominación. La diferencia más notable entre Sanders y Clinton es el programa de un estado de bienestar de Sanders y sus propuestas contra la austeridad versus la adhesión de Clinton a la política neoliberal de Obama, es decir el statu quo.
            No obstante, la obvia popularidad de la plataforma de Sanders ha forzado Clinton cambiar sus posiciones en algunos casos, por ejemplo el Acuerdo Transpacífico que ella ahora rechaza o la necesidad de aumentar el salario mínimo a $15 por hora, aunque ella lo aboga solamente por etapas comenzando con $12. Algo parecido ocurre con los planes de Sanders de gravar severamente los ingresos de los súper-ricos; proveer a la juventud acceso a educación libre y de mejor calidad; expandir Social Security para los no ricos; desmilitarizar y reconstruir el sistema roto de “justicia” en todas áreas: policía, cárceles, racismo, protestas pacíficas, criminalidad de los grandes bancos y sus ejecutivos, Wall Street, etc. Clinton ofrece un eco tardío y débil de todo esto con dos o tres lemas populistas o vagos promesas de hacer reformas inocuas.
            En una manera mucho más fuerte que Clinton, Sanders defiende las libertades civiles; más empleos para la juventud Afrousamericana; derechos de los pueblos originarios y otras minorías sociales; los derechos humanos por lo general; medidas rápidas y concretas para resolver la crisis climática; la no injerencia en los asuntos de otros estados; y la paz. Sanders insiste en quitar el poder de Wall Street, mientras Clinton sigue recibiendo sus donaciones y se rehusa revelar el texto de su discurso a Goldman Sachs que le pagó 225 mil dólares y otros discursos bien pagados a las élites financieras. No es

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